Cuando en un paciente existe la sospecha de una EM, este debe ser evaluado por un neurólogo. La mayoría de los neurólogos están familiarizados con esta enfermedad debido a su frecuencia y pueden identificar perfectamente qué síntomas apuntan a este diagnóstico.

No existe ninguna prueba médica que pueda confirmar, con una seguridad al cien por cien, el diagnóstico de EM. Para saber con certeza si alguien la padece, el neurólogo dará una serie de pasos:

a) Una historia clínica de síntomas neurológicos (falta de fuerza, pérdida de visión, alteración del equilibrio…).

b) Análisis de sangre y del líquido cefalorraquídeo, para excluir otras enfermedades que pueden producir lesiones en el sistema nervioso central. En el líquido cefalorraquídeo pueden encontrarse además datos de inflamación y activación del sistema inmune, que apoyan el diagnóstico. Este líquido envuelve a las estructuras del sistema nervioso central dentro de las meninges y para acceder a él, es necesario realizar una punción lumbar.

c) Una prueba de imagen, en concreto, una resonancia mágnética, para observar si hay lesiones (placas) en el cerebro o la médula espinal, con o sin datos de inflamación. La resonancia magnética es una prueba que utiliza campos magnéticos y no radia al paciente, por lo que no supone riesgo alguno para éste.

d) Finalmente, unos potenciales evocados, que nos permitirán evaluar el estado de distintas vías nerviosas como la visual ,la sensitiva y la auditiva.

Ninguno de los resultados de estas pruebas nos dice con total seguridad que nos encontramos ante una EM, ya que las alteraciones que podemos encontrar en cada una de ellas pueden ser producidas también por otras enfermedades; por lo que es el conjunto de todos estos datos, junto con una historia clínica compatible, lo que nos lleva al diagnóstico, que en algunos casos pude ser dudoso en un principio, siendo el tiempo y la evolución lo único que puede darnos una respuesta definitiva.